Probablemente una de las frases que más te repitas y oigas es, “no tengo tiempo”.
A pesar de que con lo único que contamos desde que despertamos es el tiempo, la administración errónea de él, o el permitir que otros nos administren algo que es completamente individual, nos lleva a ansiedad y estrés.
El tiempo es valioso. Canjeando el tiempo por dinero compras “cosas”, pero a veces, en tanto canje nos olvidamos que lo que nos hace sentir en plenitud, no son las cosas que se pagan con dinero, sino el tiempo invertido en nosotros mismos y nuestros seres queridos.
En ocasiones, tiene que pasar una circunstancia excepcional en la vida para que nos demos cuenta de ello. El momento que hemos pasado con el coronavirus, en principio ayudó a que valorásemos la importancia de prestar atención a dónde malgastamos nuestro tiempo.
De repente, disponíamos de mucho tiempo que no sabíamos invertir, y empezamos a hiperconectarnos. El resultado fue una vuelta a la ansiedad o el estrés.
Nuestra mente, acostumbrada a las rutinas, no logra desapegarse de eso a lo que le hemos acostumbrado, a menos que nos demos unas razones poderosas.
Las personas que han visto la muerte cercana, o que han tenido un familiar en grave riesgo, suelen hacerse promesas de cara a su futuro, a fin de invertir su vida de la forma adecuada. Lamentablemente, la mayoría, vuelve a su rutina a medida que “se olvidan” de las cosas importantes.
Por eso hoy quiero regalarte esta reflexión, ya que no puedo regalarte algo que es tuyo, tu tiempo. Espero que esta reflexión te ayude a priorizar en donde inviertes hoy el maravilloso regalo que has recibido: tus 1440 minutos de vida diarios.
Y si te apetece, me encantará compartir contigo este bellísimo poema de Johnny Welch