En un pequeño pueblo pesquero, se encontraba un hombre, sentado junto a su barca. Un turista que pasa por allí con unas caras gafas de sol y un lujoso reloj, al ver al pescador le felicita por la calidad de su pescado.

—¿Cuánto tiempo le llevó pescarlo? –pregunta el adinerado turista.
—No mucho –responde el pescador.
—Pero, entonces, ¿por qué no estuvo usted más tiempo y pescó más? –pregunta el turista.
El pescador le explica que su pequeña pesca es suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia. El turista le pregunta:
—Pero ¿qué hace con el resto de su tiempo?
—Duermo hasta muy tarde, pesco un poco, juego con mis hijos y hago la siesta con mi mujer. Por las tardes, voy al pueblo para ver a mis amigos, tomar unas copas, tocar la guitarra y cantar algunas canciones. Tengo una vida plena.
El turista se apresura a decir:
—¡Tengo un máster en administración de empresas y puedo ayudarle! Debería empezar a pescar más tiempo todos los días. A continuación, podrá vender el pescado que pesque de más. Con el dinero extra, se podrá comprar una barca más grande.
—¿Y después de eso? –pregunta el pescador.
—Con el dinero extra que le permitirá ganar la barca más grande, podrá comprar una segunda barca, y una tercera, y así sucesivamente, hasta tener toda una flota de barcas. En vez de vender el pescado a un intermediario, podrá negociar directamente con las plantas de procesamiento y tal vez, incluso, abrir su propia planta. ¡Entonces podrá dejar este pequeño pueblo y trasladarse a la ciudad de Nueva York! Desde allí podrá dirigir su enorme empresa.
—¿Cuánto tiempo me llevaría eso? –pregunta el pescador.
—Veinte o veinticinco años, a lo sumo –responde el turista.
—¿Y después de eso?
—¿Después de esto? Bueno, amigo mío, entonces es cuando la cosa se pone realmente interesante –contesta el turista, riendo–. ¡Cuando su negocio llegue a ser muy grande, podrá comenzar a comprar y vender acciones y ganar millones!
—¿Millones? ¿De veras? ¿Y después de eso qué pasa? –pregunta el pescador.
—Después de eso podrá jubilarse, vivir en un pequeño pueblo cerca de la costa, dormir hasta tarde, jugar con sus nietos, pescar algunos peces, hacer la siesta con su mujer y pasar las tardes bebiendo y tocando la guitarra con sus amigos.

 

Este cuento es una metáfora ideal que indica el grado de insatisfacción de muchas personas. En su afán de exigencia a veces perdemos de vista el para qué lo hacemos.

Cuando sientas que la vida se te está escapando en un proyecto, trabajo o similar, pregúntate para qué lo haces. Su respuesta te llevará directamente a evaluar si los resultados van a ser acordes a tu sistema de valores o por el contrario, será una torticera trampa que te conducirá no por el camino de la excelencia, sino por la exigencia, en donde nunca hay fin, y siempre hay un cansancio enorme que reduce nuestra energía.

No necesitas un profesional para cuestionarte el para qué haces las cosas, pero si aún así consideras que no tienes claro cual es tu objetivo y si tu decisión es la correcta, te podemos ayudar a ver otras posibilidades que tal vez no estés contemplando. Te ayudamos a conocerte, a que conozcas tus valores y por tanto tus para qués. No lo dejes para mañana, no esperes a pasar 25 años trabajando en algo, que tal vez, ya lo tengas.